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domingo, 14 de diciembre de 2014
Morir por algo así.
Morí,
de la forma más jodida y cursi posible. Morí de amor, de un corazón
roto en la espera de pulverizarse para regenerarse como el mítico fénix.
Morí en el momento que aquél beso de hace un par de días había sido el
último, morí en el instante que dijo adiós sin hablar, en el que sus
ojos yacían apagados cuando mencionaba mi nombre, morí en el momento que
los suspiros se desprendieron de sus sueños soltando mi mano. Morí
en ese último abrazo y en esos pasos que cada vez se escuchaban
lejanos. Pero… no culpo al amor ni mucho menos a la persona, porque el irse es
natural en el humano, no es cobardía ni maldad, somos nómadas
insaciables buscando corazones habitables, cumpliendo ciclos, terminando
libros para comenzar nuevos. Nos vamos, en cualquier actividad, nos
vamos cuando pensamos, soñamos o llegamos al orgasmo, nos vamos y en
ocasiones ya no nos nace regresar. Hace unos días morí de amor y volví,
lloré los residuos del corazón que alguna vez amó.
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